No hay enfado.

Y aunque es momento de ignorar todo lo que pasa en tu vida y simplemente continuar con tu vida...

Decepción, pesar causado por un desengaño. Pérdida de la esperanza o de la ilusión, especialmente de conseguir una cosa que se desea o al saber que algo o alguien no es como se creía. 

Es curioso como después de que te deje él. 
La persona a la que se lo confiaste todo. A la persona que se lo confiaste todo. A la que le diste tu puto botón de autodestrucción. A la que amas(te) hasta el último momento. A la que no fallaste, para fallarle a otros. Por la que paraste balas aún sabiendo que era él quién estaba detrás del gatillo. Por la que hiciste millones de locuras. Por la que lo darías todo y lo seguirás dando. Por la que morirías si hiciese falta. Una persona en la que te quedarías a vivir. 

Te enteras de que te ha fallado. De que te ha estado viendo la cara. De que todas las promesas, eran simples palabras sin importancia. De que todas las cosas que un día se planearon no valieron nada. De que todo fue una puta mentira. Y de que esas palabras que se las lleva el viento y las personas el tiempo. 

Y no estas enfadada. Más bien estás decepcionada. Te sientes defraudada. Engañada. Vacilada. Porque era la persona a la que tu se lo confiaste todo. A parte de tu pareja. Era también tu mejor amigo. Tu pilar. Todo tu mundo. Tu puta vida. Todo tu ser giraba entorno a él. Como ya he dicho un montón veces en antiguas entradas. Tu TODO. Y te vuelves fría. Pero no eres una persona fría por falta de sentimientos, sino por abundancia de decepciones. De una persona que ama(ba)s. 

Y aunque es momento de ignorar todo lo que pasa en tu vida y simplemente continuar con tu vida. Desafortunadamente, eres del tipo de personas que podrías destruir más de un millón de veces y tú aun estarías ahí si él te necesitase. 

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