La polla en verso.

Ansia, deseo intenso o vehemente de algo. 

¿Sabéis cuando deseáis que llegue algo?. ¿Cuando queréis que llegue esa semana?. ¿Cuando queréis que llegue ese día?. ¿Cuando queréis que llegue esa noche?. 

Y el tiempo no juega a tu favor. Porque el muy cabrón va mucho más despacio de lo normal. O eso es lo que te parece a ti. Porque realmente no va lento. Es tu ansia de ese día la que hace que todo se ralentice. La que hace que los minutos no pasen. La que hace que la aguja del segundero de tu reloj se resista a moverse. Y te duermes. Pensando en el día. 

Y en un abrir y cerrar de ojos ya estás. Ya es ese día. Y estás nerviosa. Muy nerviosa. Tanto que sientes algo raro en el estómago. Y no sabes si es por los nervios o por el virus que rondaba por clase. Y solo deseas que sean los nervios. 
Y si. Lo son. Porque el pintalabios se te sale del contorno. Y la linea de los ojos te sale más torcida que la clotoide de Implantación. Y desistes. Algo sencillo que no de mucho el cante. Te vistes. Te arreglas.Y estás. Feliz. Contenta. Con ganas y decidida a comerte el mundo. A salir de la burbuja mierda de una vez. Hoy te vas a comer el mundo. Esta es la noche.  Tu noche amiga mía, ha llegado. 

Y el momento, también ha llegado. Es la gran hora. Una de las cosas de tu lista se acaba de cumplir. La típica cena universitaria en piso de estudiantes. Ahí estabas. Con tu mejor amiga. Tu mejor amigo. Preparándolo todo para la cena. Poniendo los últimos detalles. Y suena el timbre. Y las piernas ya flaquean. Eres un puto flan con patas. Porque ya no queda nada para que entre por esa puerta. Para verlo. Para tocarlo. Para saber que Peter si está ahí. Y que Peter es real. 

Llega. Y se esconde. Se esconde como un niño pequeño. La vergüenza lo puede. Más bien el nerviosismo. Los mismos no lo dejan ser como él es. El chico divertido que a mi me gusta. No lo dejan ser mi Peter. Estaba nervioso. Y se notaba. 

Comenzaron a llegar todos. Solo éramos ocho al final. Aunque a mi solo me importaban dos personas. Nos sentamos alrededor de las mesas. Y yo le pedí el enormísimo favor a mi mejor amiga del alma que me dejase su sitio para que Peter se sentase a mi lado. No era el mejor sitio del mundo. Pero no puso pega alguna por tener que sentarse allí. Y eso me encantó. 
Yo también estaba nerviosa. Y creo que también se notaba. Ya solo porque era incapaz de mirarlo. Sus ojos azules son una perdición para los míos color tierra. Me perdí en ellos las pocas veces que tuve el valor de mirarlos bien. No lo hago muy a menudo, por si algún día me atrapan. Y ya no sería perdición. Sería... 

Nos pasamos toda la noche uno al lado del otro. Más pegados de lo que parecía. Con nuestros cuerpos que se tocaban por veces. Y que a gusto estábamos. Como me gusta(ba) ese mínimo contacto de cuerpo con cuerpo. De piel con piel. Llegó un punto que los dos lo buscábamos. Él dejaba caer su brazo por encima del sofá. Yo me refugiaba con mi sonrisa en él. Como una niña pequeña. Me gustaba ese lugar. Me resultaba acogedor. Un lugar en el que podía protegerme del mundo. Es un buen lugar para quedarse una larga temporada. Quién dice larga temporada dice para siempre. Aunque dicen que los para siempre no existen. Pero con Peter podemos comprobarlo. No se pierde nada y se puede ganar mucho. Y en este caso me quería quedar a vivir en él. Era mi lugar favorito. 
Y la noche sigue entre copa y copa. Entre risas y más risas. Entre cartas y juegos de beber. Entre amigos. Cuidando de tu mejor amigo porque ahogó sus penas de amor en Ginebra.Y con él. Con él a mi vera. 

Y cuando llegas a casa te das cuenta de todo lo que podrías haber hecho. De todos los abrazos que le podrías haber dado. Del beso que te podría haber dado. De todas las risas que nos echamos. Recuerdas hasta el mínimo ápice de felicidad. Lo recuerdas todo. Porque fue una gran noche. Una gran cena. Fue el broche de oro de tu puta semana. Fue lo que estabas esperando. Fue lo mejor de lo mejor hasta ahora. 

Fue la puta polla en verso. Breve pero intenso. 

Y ya lo echas de menos.