Adiós espíritu navideño.

Navidad, festividad religiosa que se celebra el día 25 de diciembre, en la que los cristianos celebran el nacimiento de Jesús. 

Una de las fiestas más importantes. Una fiesta en la que te rodeas de tu familia. En la que te reencuentras con tus seres queridos.En la que la felicidad está por todos los lados. Alegría. Risas. Abrazos. Regalos. Comidas familiares. Turrón. Marisco. Una época mágica. 

Para muchos una época mágica, llena de felicidad... Para otros una época más del año. Incluida yo. Ahora pensareis que soy una amargada. Que odio la Navidad, y todo ese rollo pero NO. 

Yo antes disfrutaba de esta época del año. Era de esos niños que se volvía el niño más feliz del mundo cuando veía un buen plato de marisco. Una fecha en la que la familia se reunía después de estar todo el año separados por un océano. Unos días en los que no despegabas el culo de casa de la abuela porque era la única época del año que tenías para disfrutarla. Una época en que suceden tantos gratos acontecimientos que no ocurrirían en otra circunstancia del año. Y también creía que un vejestorio gordo, con barba y traje rojo que volaba en trineo. Se colaba por mi chimenea para dejarme los regalos debajo del árbol. Y que era él quién se comía el turrón y el vaso de leche que le dejabas para reponer fuerzas. Y que los Reyes Magos venían desde Oriente siguiendo la estrella. 
Que ingenuos éramos de pequeños. Que inocentes éramos de niños. 
Cuando era pequeña el embriagador espíritu navideño me cegaba de la realidad y a mi solo me parecía ver caras que irradiaban la jodida felicidad y la alegría. O también puede ser que me la sudaba todo lo que pasaba a mi alrededor al estar solo pendiente del vejestorio gordo y de los hombres con camellos. Y a veces pienso. Y me digo a mí misma "Que bella la ignorancia de la infancia". 

Y todo esto una gran mentira. Publicitaria. Y de nuestros padres. Supongo que una de las razones por las que le cogí asco a estas fechas es por eso. Y porque la familia al final no está. Todos crecemos. Todo es muy bonito un rato pero después te das de bruces con la puta realidad. Y nadie se lleva bien con nadie. Nadie quiere a nadie. Y cada uno está en su puta casa. Con SU familia. Y ya los demás no somos la familia. Y algunos se van. Y eso ya empeoran las cosas. Y sabes que ya no será lo mismo. No será la misma persona la que se siente en la cabeza de la mesa. La Navidad ya no tiene sentido. ¿Por qué si todo es felicidad, se tuvo que ir él? El abuelo. Y desde ese momento ya le coges mucho más asco a todo. A la jodida Navidad. Y a su inventor. 

Y ya es cuando tu espíritu navideño se va totalmente. Ya no va a ser lo mismo. Ya no es Navidad. Ya no hay familia. Ya no somos los mismos. 


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