Viviendo con monstruos.
Los domingos siempre tienen algo de gris, nostalgia y mimos. Muchos mimos.
Era un domingo lluvioso. Y ya era de noche en Santiago.
Entré por el portal del edificio. Cogí el ascensor. Y esperé a que llegase al segundo piso. Cogí las llaves. Y abrí la puerta de casa.
Todo estaba oscuro. Cerré de nuevo la puerta. Encendí la luz de la cocina, atravesándola para dejar la mochila en el escritorio del salón. Me paré un momento a ver la lluvia caer. Como las gotas bajaban por el cristal. Como se deshacían al llegar al marco de la ventana. Ver la poca vida que tiene una gota de agua y la vida que da a muchos seres vivos.
Un olor extraño, me saca de mis pensamientos. Un olor a, no sé muy bien el que. Creo que... Incienso. Si ,incienso. Su olor comenzó a entrar por mi nariz. Hasta llegar a lo más profundo de mi ser.
Me giro. Y comienzo a caminar hacia la cocina. La atravieso y sigo hacia el pasillo. Y cada vez el olor se hace más intenso.
Llego a la puerta del baño. La abro. Y veo unas leves luces que vienen de la bañera. Entro al baño. Abro la mampara. Y me encuentro con trece velas encendidas y colocadas alrededor de la bañera. La bañera llena de espuma. Y con un olor que también me es familiar. El agua lleva mis sales de baño favoritas. Las sales de coco. Rozo la espuma con la yema de los dedos e introduzco la mano en el agua. Esta deliciosa. En su punto. Ni muy caliente ni tampoco fría. Está tal y como sabe que me gusta...
Me pongo de pie sobresaltada. Él es el único que sabe como me gusta darme el baño. No puede ser...
Salgo del baño y me dirijo a la habitación. Enciendo la luz y lo veo ahí plantado vestido con traje y corbata. Tan jodidamente guapo como siempre, y en traje más aún. En las manos lleva un ramo de rosas rojas y otra más en el centro de color blanco. Y la cama está llena de pétalos rojos.
Me he quedado sin palabras. Como pegada al suelo sin saber muy bien que hacer. Sorprendida. Lo primero que hago es darle un beso. En esos labios que anhelo. En los labios de siempre. Un beso que necesitaba desde hace semanas. Para que me devolviese la vida. Un beso lento que pone el corazón a mil por hora.
Nos quedamos mirándonos el uno al otro un buen rato. Sin saber que hacer ni que decir. Y sus labios la pronuncian. La palabra más importante. Una palabra que llevaba esperando mucho tiempo a que saliese de su boca. Esa palabra prohibida "Te asdfghjkl". Una palabra que me estaba devolviendo la vida. Al igual que el beso de antes.
Y nos fundimos en el abrazo más revitalizante. En el abrazo más lleno de vida que jamás me pudieron dar. Un abrazo de los que lo cura todo. El mejor sin duda. Lo que necesitaba desde hace semanas para volver a ser yo. Para volver a vivir. No hay nada como abrazar a alguien después de haberlo echado tanto de menos...
Pipipipí pipipipí pipipipí... El puto despertador.
Hoy me he levantado y el dolor me ha pasado factura. He caído de nuevo en la cuenta de que no estás tú. Y vuelto a la cama y he apagado la luz.
Me he vuelto a desperar. Sin ti. Y puedo acostumbrarme. Lo que peor llevo es el rojo que en mi alma dejaste.
Todos sabemos que esto es ley de vida. Y nadie llega a tu vida para quedarse. Pero más bien esto es vida sin ley.
Los monstruos me están consumiendo la puta vida.
Era un domingo lluvioso. Y ya era de noche en Santiago.
Entré por el portal del edificio. Cogí el ascensor. Y esperé a que llegase al segundo piso. Cogí las llaves. Y abrí la puerta de casa.
Todo estaba oscuro. Cerré de nuevo la puerta. Encendí la luz de la cocina, atravesándola para dejar la mochila en el escritorio del salón. Me paré un momento a ver la lluvia caer. Como las gotas bajaban por el cristal. Como se deshacían al llegar al marco de la ventana. Ver la poca vida que tiene una gota de agua y la vida que da a muchos seres vivos.
Un olor extraño, me saca de mis pensamientos. Un olor a, no sé muy bien el que. Creo que... Incienso. Si ,incienso. Su olor comenzó a entrar por mi nariz. Hasta llegar a lo más profundo de mi ser.
Me giro. Y comienzo a caminar hacia la cocina. La atravieso y sigo hacia el pasillo. Y cada vez el olor se hace más intenso.
Llego a la puerta del baño. La abro. Y veo unas leves luces que vienen de la bañera. Entro al baño. Abro la mampara. Y me encuentro con trece velas encendidas y colocadas alrededor de la bañera. La bañera llena de espuma. Y con un olor que también me es familiar. El agua lleva mis sales de baño favoritas. Las sales de coco. Rozo la espuma con la yema de los dedos e introduzco la mano en el agua. Esta deliciosa. En su punto. Ni muy caliente ni tampoco fría. Está tal y como sabe que me gusta...
Me pongo de pie sobresaltada. Él es el único que sabe como me gusta darme el baño. No puede ser...
Salgo del baño y me dirijo a la habitación. Enciendo la luz y lo veo ahí plantado vestido con traje y corbata. Tan jodidamente guapo como siempre, y en traje más aún. En las manos lleva un ramo de rosas rojas y otra más en el centro de color blanco. Y la cama está llena de pétalos rojos.
Me he quedado sin palabras. Como pegada al suelo sin saber muy bien que hacer. Sorprendida. Lo primero que hago es darle un beso. En esos labios que anhelo. En los labios de siempre. Un beso que necesitaba desde hace semanas. Para que me devolviese la vida. Un beso lento que pone el corazón a mil por hora.
Nos quedamos mirándonos el uno al otro un buen rato. Sin saber que hacer ni que decir. Y sus labios la pronuncian. La palabra más importante. Una palabra que llevaba esperando mucho tiempo a que saliese de su boca. Esa palabra prohibida "Te asdfghjkl". Una palabra que me estaba devolviendo la vida. Al igual que el beso de antes.
Y nos fundimos en el abrazo más revitalizante. En el abrazo más lleno de vida que jamás me pudieron dar. Un abrazo de los que lo cura todo. El mejor sin duda. Lo que necesitaba desde hace semanas para volver a ser yo. Para volver a vivir. No hay nada como abrazar a alguien después de haberlo echado tanto de menos...
Pipipipí pipipipí pipipipí... El puto despertador.
Hoy me he levantado y el dolor me ha pasado factura. He caído de nuevo en la cuenta de que no estás tú. Y vuelto a la cama y he apagado la luz.
Me he vuelto a desperar. Sin ti. Y puedo acostumbrarme. Lo que peor llevo es el rojo que en mi alma dejaste.
Todos sabemos que esto es ley de vida. Y nadie llega a tu vida para quedarse. Pero más bien esto es vida sin ley.
Los monstruos me están consumiendo la puta vida.
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