Matemáticas complicadas.

Fin de semana, período de la semana que comprende los días que no se trabaja, (sábado y domingo) desde que termina una semana de jornada laboral hasta que empieza otra nueva. Maletín o bolsa de pequeño tamaño que sirve para llevar los objetos personales indispensables cuando se viaja por pocos días. 

El lunes es deprimente. LLuvioso. Nublado. Y parece que la semana nunca va a terminar. El jueves ya vemos un poco la luz al final del túnel. Y, por fin, llega el viernes. Y con él. Llegas tú. Y experimentamos esa alegre liberación. Yo y mi y interior yo. El finde ha llegado. Esas cincuenta y siete horas necesarias. Tres mil cuatrocientos veinte minutos de fin de semana de los que puedo disfrutar. Disfrutar contigo. Viéndote disfrutar a ti. Yendo contigo hasta el infinito. Desde la playa mas remota, al sofá más cercano pegado a la chimenea. Y aún mucho más allá.

Y el sábado ya se pasa volando y de la mano viene el domingo con ese aire de funesta anticipación por el temido lunes. Con esa tristeza. Tristeza porque ya se han restado treinta y tres horas de mi (nuestro) fin de semana. Y tienes la sensación de que el tiempo no se para. No se para porque lo disfrutas. Y cuanto más lo disfrutas más rápido se va. Y que bonito es ver como todo va bien. Pero es que ni viéndolo bien es la manera para poder verte a ti. Y te escapas. Como la arena que escapa entre los dedos. La arena de nuestras playas. Sin que me de ni cuenta. Sin saber siquiera si has llegado alguna vez. Porque no ha quedado nada de ti. Ni tu olor. Ni tu risa. Ni siquiera tus besos en mí.

Podría decirse otra vez, que vivo en una cuenta atrás constante. Esperando la hora de salir. Esperando el fin de semana. Esperando a que llegues. Y cuando llegas ya te tienes que volver a ir. Irte a Burgos. Porque te llama a las cuatro de la madrugada. Reclamando tu presencia semanal. Aunque yo también lo hago. Pero es como un mensaje que no llega nunca a su destinatario. Te das cuenta que no tienes nada que hacer. Que me quieres pero no puedes tenerme. Que he hecho lo imposible por hacerme fuerte. Pero puede como siempre más la razón que el corazón. 


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