Matemáticas para no dormir.

Igualdad, Condición o circunstancia de tener una misma naturaleza, cantidad, calidad, valor o forma, o de compartir alguna cualidad o característica. Proporción o correspondencia entre las partes que uniformemente componen un todo. 

Dicen que a lo largo de nuestra vida tenemos dos grandes amores. Uno de ellos es con el que te casas o vives para siempre. Puede que el padre de tus hijos. Esa persona con la que consigues la máxima compenetración para estar el resto de tu vida con ella...
Y dicen que hay un segundo gran amor. Una persona que perderás para siempre. Alguien con quien naciste conectado. Tan conectado que lo tienes todo en común. Tanto que las fuerzas impedirán alcanzar un final feliz. 
Hasta que cierto día. Dejas de intentarlo. Se rendirán y buscarán a esa otra persona que acabarán encontrando...

Y si que hay veces. Muchas veces. Que nos vemos atrapados en dos mundos. Entre dos cosas. Entre el día y la noche. Entre equis e i. 

Estamos ante una ecuación con dos incógnitas. Y eso desencadena dos posibles soluciones.

Te encuentras con la igualdad más compleja de todas. Ni si quiera aquella que te pusieron en el examen de matemáticas de selectividad era tan compleja. 
Aunque lo que te preocupa no es realmente la ecuación. Son las soluciones. Esas, las que te traen por el camino de la amargura.

Te pones manos a la obra. Afrontas el "examen" lo mejor que puedes. Sabiendo que hagas lo que hagas será un desastre de cojones. 
Comienzas por una página nueva. En blanco. En la esquina superior izquierda escribes tu nombre. Y debajo el problema que tienes entre manos. 
No sabes por donde cogerlo. La lees. Una. Y otra. Y otra vez más... 
Y por fin la luz se te enciende. Y comienzas... No sabes por dónde pero empiezas. Por el principio al menos. Que es por donde siempre se tiene que empezar algo. 

Y cuando  te das cuenta, llevas en la misma operación un tiempo. Mucho tiempo. Cuatro. O cinco meses intentándolo. Estando en el mismo punto. En la misma ecuación. Y con el mismo problema. Y con dos soluciones. Dos resultados.

Sabes el resultado. Lo peor de todo este tiempo es que lo sabes. Eres consciente de ello. Pero te resulta demasiado fácil. Demasiado obvio para ti. Muy simple. Y prefieres equivocarte o errar en este. O simplemente solo quieres no acabar el problema. Quedarte por el momento con ambas respuestas. Equis e i. Porque no quieres a...

Vivimos con la incertidumbre de que pasaría si nos arriesgamos con la solución de equis. Y no probamos a la suerte con la otra posible solución de i.

Y no lo haces porque necesitas ganas, no querer ganar. Y porque algún día perderás el miedo ese a perder. A arriesgarte. Porque cuando te arriesgas y algo falla te duele haber corrido para no llegar. Pero al llegar al final llegas a la conclusión de que el camino es la meta también. Y lloraste al final de esa meta como todos... Pero esto ya es otra historia. Otra historia para no dormir. 


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